Oscuros días de sentimientos encontrados, de desilusiones
realizadas y demostradas.
Descubrir que casi todo lo que valorabas, era una farsa, por no decir una
mentira.
Que tus desvelos, privaciones y
esfuerzos han caído en saco roto y sin fondo. De correr y no llegar a ninguna
parte, de gritar y que la voz no salga de la garganta, de querer demostrar y
todo quede en nada.
Descubrir que la decepción cobra vida
y se aloja en la piel como el mejor de los vestidos. Vestidos que un día fueron
de gala y orgullo y hoy se han transformado en harapos de dolor y de la más
cruel de las desilusiones.
Ilusiones, cariño, respeto, todo
reducido a cenizas, porque lo que cuenta es el orgullo de demostrar quién es
más fuerte, quien hace más daño, no importa quien tenga o no tenga razón, el
por que ni como, queda relegado al olvido.
Todos los intentos de hacer ver, de
hacer comprender, que es un espejismo interesado y posesivo, que no tiene alma
ni prejuicios, que desborda apatía y desazón, todo cae en un pozo negro y profundo.
Solo queda observar como los choques
provocan chispas de dolor y queman a cuantos se acercan, o tratan de ayudar, y
comprender, y tolerar, y tragar, con unas tragaderas como jamás creías posible.
Pero cada trago es tan amargo como la hiel y duele y escuece como una herida abierta.
Empezó
un ritual de desidia, un cruel carnaval en el que los disfraces son reales, pese
a que los ojos no quieran verlo, aunque el corazón, sea muy en el fondo, sabe cual
es la verdad, que tarde o temprano todo quedará reflejado, pero mientras llega
ese momento, los días son largos, vacios y oscuros..