Que pasa
cuando llevas toda tu vida dando todo a los demás, tu cariño, protección ante
los problemas, apoyo cuando alguien se derrumba, respeto hacia la persona que
tienes en frente.
Pero si
esto no se valora ni se tiene en cuenta, que sucede?
Pues muy
sencillo, te rompes como el cristal y todas tus creencias, saltan en mil
pedazos. Dejas de ser una persona alegre, fuerte y segura, para convertirte en
una sombra de lo que eras. Revientas por dentro y por fuera.
Dejas de
luchar, de comer, de dormir, y te pierdes en un laberinto de emociones que
chocan entre si y hacen tambalearse todos tus cimientos. Esos cimientos que has
ido levantando y construyendo con el paso de tu vida.
Una vida
que los demás, amigos, parejas, padres, hijos, llámese como quiera, se encargan
en ir arrebatándotelo todo, en ir derribando a golpes, todo lo que era tuyo, tu
persona y tu esencia.
Si
pensáramos un poquito más en la persona que tenemos al lado y dejáramos de
mirarnos tanto el ombligo, cual fácil sería la existencia. Cuanto dolor y
sufrimiento evitaríamos a los demás.
Pero no
hay que golpear más fuerte, si yo estoy mal, quiero que tu estés peor, si yo me
ahogo, tu te ahogas conmigo, si yo me hundo, quiero que tú te hundas más.
Pues
premio, lo habéis conseguido, unos y otros, lo habéis logrado, habéis hecho
caer el muro.
De verdad estáis contentos? De verdad os sentís realizados y
conseguís conciliar el sueño por las noches. Podéis miraros a un espejo sin que
os repugne la imagen que veis reflejada?
Supongo que si que sois capaces de dormir tranquilamente, porque
en realidad sois así, no hay mas que esperar de todos y cada uno de vosotros.
En el fondo y pese a todo el daño causado, me dais pena, si digo
bien, pena por unas vidas vacías, sin sueños y sin ilusiones, sin metas ni
objetivos que lograr. Volcáis en los demás toda vuestra rabia y envidia, porque
tristemente, no es más que eso, rabia y envidia de lo que otros tienen y de lo
que vosotros carecéis y que nunca podréis lograr.